Quienes de una u
otra manera hemos tenido la oportunidad de interactuar
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con niño pequeños, ya
sea en las aulas o en nuestros hogares, nos hemos dado cuenta que la gran
protagonista de estas interacciones es LA PALABRA, en sus diferentes papeles
estelares: la palabra cordial y amable que acaricia y sana, la palabra juegos y
juguetes que motiva, la palabra que valora y respeta; palabras convertidas en
canciones, en rimas, en cuentos, en poemas que deleitan a los niños y les
ayudan a distraerse, a crecer, aprender y muchas veces a sanar de sus pedidas y
dolores. En conclusión, palabras en sus diferentes formas y manifestaciones,
que en tiempos difíciles urge valorarlas más.
El lenguaje, como vehículo del
pensamiento, requiere mayor énfasis en el trato con niños pequeños, y se
debería abordar desde las aulas de manera muy creativa, con sentido del humor y
no con mucha formalidad y rigurosidad, teniendo en cuenta las particularidades
y características propias de un niño.
Según Vigotsky, el desarrollo de los
procesos mentales entre ellos la comunicación, se inicia con el diálogo, a
través de palabras y gestos, entre el niño y su entorno. Este dialogo en un
inicio es un monologo de sonidos y que parecería no comunicar nada; pese a ello
las mamás están todo el tiempo hablando a sus bebés y manteniendo un coloquio
cálido y agradable.
Decíamos anteriormente que la palabra
en la vida del niño asume papeles protagónicos y es capaz de crear magia en los
niños, veamos algunas de estas dimensiones.
La palabra que acaricia y sana.
Aquella, que dicha a tiempo, puede ser el bálsamo que cambia las emociones; esa
palabra que protege de la angustia de separación y muchas veces hasta del
dolor.
Un nuevo estudio de la escuela de
Medicina de la Universidad del Noroeste y el Hospital de veteranos Hines
(Illinois, EE.UU.) muestra que las voces de los seres queridos narrando pasajes
familiares almacenados en la memoria a largo plazo de los pacientes puede
ayudar a despertar su cerebro inconsciente y a acelerar su recuperación del
coma.
En esta investigación, se demuestra
que los pacientes en coma que escucharon historias familiares, ya sea en
directo o a través de grabaciones, recuperaran la consciencia
significativamente más rápido y su recuperación fue mucho mejor en comparación
con la de otros pacientes que no escucharon a sus familiares o personas
cercanas. En este sentido los expertos argumentan que las palabras se graban en
el cerebro, ante lo cual las neuronas se afilan para actuar en relación a las
palabras dichas.
Es común ver a un adulto en su afán de auxiliar a un niño
que se cae y lastima decirle: ¡no paso, nada, tú eres valiente!, a lo que tendríamos
que reflexionar: ¿cómo que no pasó nada?, si se acaba de caer y posiblemente le
esté doliendo, por qué tratar de neutralizar el dolor del niño cuando lo más sanador
y efectivo en estos momentos es escuchar una voz suave diciéndole “sana, sana, colita de rana, si no sanas hoy
sanarás mañana”.
La palabra juego o juguete.
Los que trabajamos con niños y valoramos la niñez como etapa única e
irrepetible, sabemos lo mucho que disfrutan de actividades que les permite
expresarse mientras juegan, así como el beneficio que esto tiene a nivel emocional,
intelectual y social.
Cabe aclarar que, al referirnos al
lenguaje, a la comunicación, a la palabra, no nos estamos refiriendo a aquellas
actividades mecánicas o “correctas”, en las que el niño se siente cuestionado,
evaluado y en lugar de disfrutar. Las palabras como juego, están determinadas
por aquellas que se dan de manera libre, espontanea, que tienen que ver con el
placer, el disfrute del lenguaje como por ejemplo: jugar a decir palabras que
riman, poesías, jitanjáforas, onomatopeyas, canciones, trabalenguas, entre
otros juegos verbales, que permite a lo niño ser actores, autores y espectadores
al mismo tiempo.
La palabra cuento. “un cuento más y
me duermo…”, “otra vez, otra ve…” ¿cuál es el efecto de los cuentos en los
niños? Cuando el niño escucha un cuento, no solamente está escuchando la voz
que le narra “el soldadito de plomo” o “la caperucita roja”; además de ello le
habla de él mismo, de quien es, de sus miedos, sus emociones, sus frustraciones,
sus alegrías, sus tristezas y casi siempre se identifica con algún personaje del
cuento.
Bruno Bettelheim, en su libro
“psicoanálisis de los cuentos de hadas”, nos dice que estos tienen la
particularidad de abordar más sobre los problemas internos y las soluciones
correctas a estos, permitiendo al niño comprenderse a sí mismo dentro de una sociedad
a la que inevitablemente pertenece, de
allí que el autor lo defina también como un arte único, que además de divertir
al niño, lo ayuda a comprenderse, alienta el desarrollo de su personalidad, le
brinda nuevos significados y le enriquece la existencia, por ello el
cuento nuca deja de ser una obra de arte
única, pues las asociaciones conscientes o inconscientes que el relato provoca
en el que lo escucha, va a depender del marco general de referencia y de sus preocupaciones
personales.
Por lo tanto, podemos decir que el
cuento tiene un efecto reparador en los niños permitiéndoles exteriorizar sus emociones
y angustias; es así que cuando el niño escucha un cuento que ya conoce juegan
libremente desafiando muchas veces al personaje que los asusta sin temor, sintiéndose
seguro.
Las clásicas frases “había una vez”,
“hace muchos años atrás” o “érase una vez”; es un tiempo imperfecto, les
transporta imaginariamente a lugares encantados donde todo es posible. Si
observamos a los niños cuando representan las escenas de algún cuento vemos que
también usan espontáneamente el “imperfecto”, nunca dicen por ejemplo: “juguemos
a que yo soy la blanca nieves y tú eres la bruja”, más bien dicen: ”juguemos a que yo era la blanca nieves y tú eras la bruja”, esa frase de “yo era”,
les permite cambiar de escena, salir de la realidad para adentrarse en un mundo
distante que no tiene tiempo igual que en los cuentos.
La palabra escrita. Aquel “garabato”
inicial que muchas veces nos preocupa y desespera a los adultos, olvidando que
la escritura en la humanidad partió de garabatos.
Cuando los niños llegan al jardín, ya
saben que existe la lectura y la escritura, ya que provienen de un medio
cultural y social donde la letra impresa está presente en todos lados, no es
raro ver que un niño cuando camina de la mano de su mamá, vaya señalando
carteles preguntando ¿qué dice ahí?; lo ideal sería que como docentes usáramos
esos conocimientos previos para continuar estimulando el desarrollo del
lenguaje; de la misma manera que adquieren el lenguaje oral, espontaneo y natural,
se debería continuar en la adquisición de la lengua escrita, evitando de esta manera un proceso de adquisición
segmentado, mecánico, tedioso y desconectado de la realidad.
Si bien es cierto que enseñar a leer y
escribir no es el objetivo de educación inicial; sin embargo, esto no quita que
se promueva en los niños el placer por
la lectura y escritura desde sus posibilidades, a fin de transmitirles la
verdadera esencia de la escritura que es comunicar. Para lograr este
acercamiento a la lengua escrita deberíamos dejar a los niños inventar
escrituras espontaneas, de la misma manera que inventaron espontáneamente su
lenguaje oral; es lamentable que se fuercen y adelanten procesos de maduración
neuromotriz en los niños, promoviendo reproducciones de trazos, vocales, o
palabras sin sentido desde temprana, generando muchas veces frustraciones,
aburrimiento y una apropiación adecuada de la escritura.
La palabra “mala” o “mala palabra”.
Las “prohibidas”, las que no se deben
decir según nuestro contexto social. Las que para los adultos suenan fuerte y
queremos a toda costa evitar y que para el niño resulta liberador y divertido
decirlas, ya que algunas están relacionadas con la conquista de su corporeidad
y otras con la adquisición y enriquecimiento lingüístico.
La palabra equivocada. Los
expertos en educación infantil nos dicen que con los niños no podemos limitar
la posibilidad de lo absurdo, se debería dar la libertad para explorar el
lenguaje y enriquecerlo. ¿Por qué corregirlos cuando se expresan?, ¿por qué
decirles que esa palabra está mal dicha?, ¿por qué querer desechar los modismos
de los niños que son propios a su cultura y contexto, so pretexto “de
expresarse correctamente”? , más aun si es que se ha logrado entender el
mensaje?.
A nivel sintáctico tenemos las
conjugaciones perfectas que hacen los niños, por ejemplo el “Yo
sabo” común en los niños se puede decir que es una excepción a la regla del “yo
sé”, el “me poní”? o “se ha rompido mi carro” y a nivel semántico hasta
podríamos escribir un diccionario infantil con los significados que los niños
asignan a sus expresiones, como por ejemplo cuando dice: “singa, refiriéndose a
su nariz”, “pishir para orinar”, “la masa está masuda”, “la gelatina es
colorada”, “tengo el pelo moroco”, “ese
perro esta pelacho”, entre otras, que si lo miramos desde la perspectiva del
niño, haría nuestro trabajo mucho más gratificante, enriquecedor y hasta
divertido.
En este
sentido, es que la palabra en el mundo infantil se vuelve mágica y asume
dimensiones inimaginables, lo único que necesitamos como adultos es
despercudirnos de los supuesto y dejar volar la imaginación del niño, abrir
nuestra mente a las múltiples posibilidades de creación de un cerebro infantil en permanente desarrollo; démonos el lujo de
creer en nuestros pequeños, sorprendámonos y disfrutemos de su imaginación,
como plantea Gianni Rodari, “creer en la necesidad de que la imaginación ocupe un lugar propio
en la educación; que se confíe en la creatividad infantil; que se sepa cuál es
el valor de liberación que puede tener la palabra. Todos los usos de la palabra
para todos. No para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”.
FILIDA LUCINDA RAMOS YNGA
ESPECIALISTA EN EDUCACIÓN
INICIAL
DRE - Amazonas
Dirección de Gestión Pedagógica
Elver Puerta Salazar
Director
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