sábado, 4 de abril de 2020

¿EN VERDAD, SERÁ QUE LA MATEMÁTICA ES DIFICIL?

En la mente de todo ser humano, y por obvias razones, se encuentra grabada la importancia y utilidad de la matemática. Esta verdad no admite discusión. Sin embargo, la situación cambia cuando nos referimos a la utilidad que tiene la matemática que se enseña en la escuela.

¿Qué tanto está respondiendo la escuela a las nuevas exigencias de esta era matematizada? ¿En qué medida está desarrollando el pensamiento lógico matemático para elevar el acto de razonar? ¿Lo que el estudiante aprende le permitirá enfrentar, con éxito, los problemas que se le presentan en su vida, como por ejemplo la pandemia del COVID 19 o el hambre?  Estos cuestionamientos y otros nos obligan a reflexionar acerca de cómo estamos enseñando la matemática.
Al parecer, la actual práctica pedagógica sigue priorizando la memorización de contenidos matemáticos y la resolución de ejercicios algorítmicos. Si esto es así, cabe preguntarnos: ¿no resulta inoficioso? A mi parecer, sí.  No se niega que los conocimientos son un insumo indispensable para el desarrollo del pensamiento lógico matemático; pero son el medio, no el objetivo.
En este tiempo en que señorea la incertidumbre, la exigencia a los profesores de matemática es otra. Fundamentalmente se nos exige propiciar en nuestros estudiantes el desarrollo de la creatividad, el pensamiento crítico, el saber comunicarse y potenciar la competencia de resolución de problemas de diversa índole en beneficio personal y colectivo. Para ello debemos utilizar principalmente los conocimientos matemáticos, el razonamiento lógico y el trabajo en equipo; esto, junto a otras capacidades, gestará un ser humano libre con inclinación a una vida digna.


Al ser conscientes de esto, nos damos cuenta que urge redireccionar nuestra labor pedagógica, que nos corresponde educar a nuestros estudiantes a través de experiencias placenteras, retadoras y de su interés. Claro que no es fácil, pues los retos son mayores y laboriosos. Pero todo dependerá de nuestra voluntad de hacer las cosas mejor e ir desterrando los modelos que traemos impregnados de nuestra experiencia, especialmente de cómo nos enseñaron la matemática en nuestros tiempos de estudiante: “haciéndola difícil”, llenando la pizarra con números, operaciones, fórmulas y gráficos, que para la mayoría  eran indescifrables o poco comprendidos. Esas formas de enseñanza lo que conseguían, en vez de aprendizaje, era angustia, inseguridad y desconcierto. De esa manera, se fomentaba el temor a la matemática y a la mayoría de estudiantes se le sentenciaba al fracaso.
Específicamente hacer matemática en las aulas es involucrar a los estudiantes en un proceso de producción matemática donde su actividad tenga el mismo sentido que tiene para los matemáticos que reinventan modelos, operaciones, estrategias, etc. En ese proceso se debe tener en cuenta el principio de que la matemática es una actividad humana accesible para todos y que se aprende mejor haciéndola[1].
La matemática no debe estar limitada al dominio de unos pocos de la clase adjetivados como los “inteligentes”. Negamos así su carácter esencial, que es el de ser un lenguaje, un código para comunicase con el mundo.[2] Debemos considerar que la matemática es una actividad humana que debe ser accesible para todos. Por eso, estamos de acuerdo con Adres Oppenheimer cuando afirma que “la matemática que se aprende en la escuela debe ser útil tanto a la señora que vende limones en el mercado como a los que logran avances tecnológicos y científicos”.
Nuestro trabajo pedagógico debe ser consciente de que todos podemos aprender la matemática. Para ello los docentes de matemática debemos enseñar a los estudiantes a disfrutar la matemática, inventando, recreando situaciones problemáticas, intentando solucionar problemas reales e imaginarios, errando y tomando viada para encontrar nuevas y buenas soluciones.
Muchos docentes se angustian porque no logran que sus alumnos acumulen la mayor cantidad de conocimientos matemáticos que existen. Frente a esto recordemos que los conocimientos son accesibles mediante diversos medios (principalmente la Internet) y que además se van renovando con una vertiginosa velocidad. Resulta, pues, vano querer que nuestros estudiantes acumulen solo conocimientos que le serán de poca utilidad y lo peor es que en poco tiempo serán olvidados. 
En este contexto como docentes debemos tener como meta el proporcionar a nuestros estudiantes de educación básica, lo mínimo, lo básico y lo suficiente para que sean competentes para desenvolverse como seres humanos en el presente y en el futuro.
En conclusión debo manifestar: a) el objetivo de la enseñanza-aprendizaje de la matemática es que sea una herramienta útil para la vida, b) los buenos recursos que utilizamos para enseñar la matemática  permitirán que se convierta en atractiva para los estudiantes, c) a veces a la matemática la hacemos difícil en la escuela.
Chachapoyas, en tiempos del reinado del COVID 19

Máximo Humberto Damacén Huamán
Especialista en Educación Secundaria Matmática – DRE Amazonas

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Dirección de Gestión Pedagógica
Elver Puerta Salazar
Director









[1] Principio de actividad planteada por la corriente de Educación Matemática Realista, fundado por Hans Freudenthal
[2]  Narváez, A y Pasco, C., Matemática en el aula…¿para qué?, Tarea, Lima 1999. 

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